Una caída de sol en la cima de la loma del cerro Reque, con el disco solar naranja cayendo de fondo, mientras se originan contraluces con los cactus y rocas de formas caprichosas, es un espectáculo incomparable. Si quiere aventura, con caminata y escalamiento incluido, viajar al pasado preincaico y además descubrir unos “jardines encantados”, todo en un mismo lugar y muy cerca de Chiclayo, pues tome una combi y vaya al Cerro Reque, en el distrito del mismo nombre, a 15 minutos al sur.

No lo hallará en agencias ni en circuitos oficiales de turismo tradicional, organícese y vaya un fin de semana, pero respete el lugar. De inmediato, un manto de espesa niebla cubrirá la zona alta del cerro, un abrazo de vida cuya humedad sostiene a los vegetales y animales silvestres. Las fotos salen espectaculares, dignas de documental, ni siquiera necesitará equipo profesional.

El Cerro Reque es parte de una formación lomática que viene desde el Copiapo, una cadena al norte de Chile. Tiene una altura de casi 300 metros y 300 hectáreas de extensión. La loma presenta dos estaciones bien marcadas: Húmeda, la más importante y que va desde junio a noviembre; y la Seca, de diciembre a mayo. Esto provoca microclimas que originan vegetación única, y que difícilmente podrá hallarse en otro lugar de Lambayeque, como el “ichu” del altiplano, varios tipos de helechos, un tipo de orquídea, begonia y tabaco silvestre, tréboles, que forman un panorama multicolor en época de niebla, lo que le validó el calificativo de jardines encantados, pues no todos pueden verlos, primero hay que vencer la falda rocosa y empinada que parece un paraje marciano. Los líquenes pintan las pareces de las grandes rocas.
Un médano lo rodea, no muy lejos esta el botadero, su mayor amenaza. Su estructura rocosa permitió la ubicación de adoratorios y puestos de observación para los habitantes precolombinos de este antiguo cacicazgo. En la cima del cerro, aún se yerguen elevados muros de piedra, con perfectos y conservados caminos que los conectan en sus diferentes niveles alrededor de la elevación. Los caminantes pueden recorrerlos con cuidado, no tanto por resbalar sino para evitar daño a las edificaciones.



Habitaciones, senderos, paredes, planos inclinados, aún desafían la inclemencia del clima y la indiferencia de autoridades. Bajando está el complejo Siete techos, con restos Chimú e Inca, dentro de sus muros de adobe, hay un montículo de piedra que los ancianos recanos aseguran era la figura de un felino de roca.
Es necesario llevar unos prismáticos para observar roedores como ratas de monte y vizcachas, los cuales atraen aves rapaces y al zorro costeño. También hay palomas, picaflores, el halcón, lechuzas, entre otros. Tenga paciencia, deberá camuflarse y quedarse quieto para verlos, pero cuidado donde se tiende, las arañas, serpientes coralillos y otros reptiles asoman. Sólo se permite disparar cámaras fotográficas.
Desde Chiclayo el pasaje cuesta S/. 1.20, hay que agregar un par de botellas de agua para la caminata, fruta y almuerzo ligero a menos que quiera acampar. Cómprese un bloqueador para proteger la piel y no olvide las gafas oscuras ni la gorra. Unas zapatillas o botas con suela de tracción convienen para esta superficie. Es fundamental que el grupo esté en buena condición física para alcanzar la loma, y no suba sin compañía de un guía, les ahorrará tiempo y evitará riesgos. Hay señal de celular, será valioso estar comunicado.
Historia, ecología y aventura se combinan en esta loma, una propuesta que está a la espera de autoridades o empresarios con visión alternativa, para explotarla racionalmente.